«El tiempo no tiene ni idea de la historia que va a contar hasta que empieza a disponer las imágenes. Se diría que solo lo hace por disponerlas. Que es a medida que las dispone que aparece el sentido de lo que cuenta. […] y la historia siempre se desarrolla de forma aleatoria» («Santoral»).
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«No es fácil enfrentarse a este sacrificio del cordero, especialmente en las salmodias iniciales que más parecen un diccionario roto, la biblioteca rescatada de Alejandría, una sinfonía cruzada, un culto a los dioses antiguos cuyo lenguaje no conoce los signos de puntuación y que se vierten en extensas letanías como oraciones que no esperan respuesta, pues la respuesta es eso: lo «endiabladamente preciso del título que no tiene sentido», que nos explica qué es poesía, que nos la da a probar para que, siguiendo las pistas, leamos, cada vez, de un modo distinto, recompongamos, cada vez, el libro sagrado y humano y sin límites con una sola y sabia instrucción: abrir los ojos, pararse, detenerse, con los sentidos en flor, para experimentar físicamente la observación. Comprender que «Mirar es ver de nuevo el mundo».»
Gracias a la crítica y escritora sevillana Elena Marqués Núñez, que, en su bitácora personal «Desde mi ventana», se ocupa mi más reciente poemario, Agnusdéi (colección de poesía raro Pegaso, Ediciones en Huida, 2018), recién editado.
Aquí, al completo: